-¿En Miami saben quién sos?
-Nooo. Acá sos uno más. Si te cruzás con algún futbolero, tal vez te reconoce. Me gusta ir a ver los partidos de la Tercera o Cuarta y ahí quizá me saludan porque hay muchos chicos argentinos. Algún padre en realidad. Pero no es como en Argentina, que te gritan por la calle. Y tampoco soy tan famoso.
Roberto Trotta camina por Estados Unidos y pocos saben que fue el capitán de Vélez campeón del mundo en el 94. Que se acaban de cumplir 31 años de su histórico gol de penal al Milan para abrir la final de la Copa Intercontinental, que terminó 2 a 0 con la guapeada del Turco Asad. Que se fue a la Roma con Carlos Bianchi. Que surgió de la escuela de Estudiantes de La Plata hasta jugar en River. El Cabezón, aquel primer central recio, desbordante de personalidad, allá salió un poco del radar. Se mudó hace cinco años a Miramar, en el estado de Florida, a unos 35/40 minutos de Miami. Y hoy acompaña a su mujer en un emprendimiento personal. “Tenemos vehículos para transporte. Ella hace la parte financiera; yo me encargo de los choferes. Me estoy divirtiendo un poco con eso y extrañando la pelota. Acá no hay mucho fútbol profesional, salvo la MLS o la Segunda división. Y es difícil entrar. Estoy con chicos, en academias, aunque no es lo que más me gusta”, cuenta un rato después de dejar a su hijo menor en el colegio. Sincero, cordial, memorioso. El tono es el de siempre, pero un par de cambios abajo. Aun cuando de a ratos su lengua vuelva a hacer karate como en los 90. De hecho, se arrepiente de algunas peleas o reacciones del pasado. Tanto, que mientras sueña con volver a dirigir, jura que ese Trotta malo fue una máscara que usó para su propio marketing. En la charla con Infobae, dice que por primera vez habla el hombre que estaba escondido detrás del personaje.

-¿Cómo llevas ese anonimato?
-El tiempo pasa y la gente se va olvidando. Puede aparecer algún video, pero en el día a día es difícil que se acuerden de vos. Igual, retirarme no me costó nada porque yo quise dejar. En ese momento el fútbol ya no me daba satisfacciones. Ni en la parte económica ni en la parte mental, que son las dos cosas más importantes. Ahí nomás me metí como entrenador, como para equiparar. Pero después tuve un problemita personal en el 2015 y abandoné un poco todo. Ahora, con el tiempo, después de sanar un poco las cosas que me habían pasado, sí confieso que extraño estar en una cancha. Aunque sea como DT… Tengo muchas ganas de volver a entrar. Aunque sé que es difícil. Yo ya hace casi 10 años que no dirijo. Y hoy se prefiere el día a día de alguien que no es bueno, a buscar a alguien que hace mucho que no está. Esa es la mentalidad que hay. Igual yo miro todo el tiempo partidos, voy a ver entrenamientos por todos lados, sigo preparándome. Me encanta. Y también juego con amigos. Hasta que los dolores de rodilla me recuerdan que tengo que dejar de insistir, ja.
-Pero debe ser fuerte, después de tanta adrenalina, convivir con ese olvido.
-Sí. No es lindo. Pero ya se me pasó. No sufro no jugar ni que se me haya olvidado. Al contrario, cada vez que me ve un hincha y me conoce, me alimento de ese instante. Y digo: “Algo habré hecho, porque dejé el fútbol hace más de 20 años y todavía alguien se acuerda de mí”. Yo soy realista: el fútbol es por el momento. Sabía que iba a quedar afuera. Es normal cuando te dicen “me retiré y al otro día no me no me sonaba el teléfono”. ¿Y para qué te van a llamar? Ya no servís. No sos útil. Salvo que seas un Messi. O un Beckham, un Ronaldo… Los demás dejamos de ser funcionales para el show del fútbol.

-Vos te metiste también en el fútbol desde otro lugar. ¿Te gustó ser panelista de televisión?
-Sí. Me divertí mucho. Aunque ahora, si me tocara de nuevo, lo haría distinto. Me enganché demasiado en el ruido y tiré cosas que como jugador nunca hubiera dicho. Critiqué mucho a los futbolistas. Y me arrepiento. No lo volvería a hacer. Le daría menos bola al que me paga, ja. Si le gusta, le gusta. Y si no, me voy a mi casa. También es cierto que trabajé con personajes muy pesados, como el Colorado Liberman y Gaby Anello. Igual, no fue culpa de ellos. Yo me fui metiendo en un personaje que hoy lo miro y no me gusta para nada.
-Igual tu personalidad dentro del fútbol siempre fue picante.
-Era un show. Todos hicimos un personaje dentro del fútbol. Chilavert, Ruggeri, yo… Además de nuestra capacidad como jugadores, buscamos lo que más rendía. Ver cómo podíamos resaltar. El mío era enfrentarme con todos, decir lo que se me cruzaba por la cabeza. Repetir cosas que escuchaba en el vestuario de muchos jugadores que no se animaban a decirlo en público. Ahí iba yo y lo declaraba. Hoy no lo repetiría porque el fútbol es mucho más individualista. Defendería a mis compañeros, pero de otra forma.
-¿Decís que era tu propio marketing? ¿Qué se supiera quién era Trotta
-Sí, de alguna forma me tenía que vender. En algunos momentos fue porque jugué bien al fútbol. Y otras veces porque hablaba, por mi forma de ser, por mi personalidad. Eso me hizo ganar plata.
-¿Si hubieses sido arquero y armabas tu propio buzo te habrías puesto un bulldog a lo Chilavert?
-¿Ves? Chila es el gran ejemplo del personaje. Al día de hoy sigue vendiendo buzos, ja. Eso es ser inteligente. Yo me hubiera puesto un león.
-¿Y por qué un león?
-Porque soy hincha de Estudiantes. Y porque es el rey de la selva… En ese momento no estaba Milei, aunque si fuera ahora podría sumar ese motivo porque me encanta lo que está haciendo el presidente. Hubiera sido espectacular. Aunque en esa época era muy difícil. Cuando salió Chila, todos decían “mirá lo que hizo éste”. Aparte, yo no me podía poner un león jugando en Vélez.
-Había que ser salvaje y considerarse el rey de la selva para picarle un penal a Chilavert en Vélez. ¿O no?
-Había que ser salvaje por muchas cosas en esa época. Para enfrentarme a gente como Ruggeri, el Beto Acosta, Hugo Guerra. Y los demás también, que tenían que jugar contra Chilavert, con Víctor Hugo Sotomayor, mi compañero, el 6 de Vélez. Si no ibas para adelante te pasaban por arriba. Y después, lo del penal fue una locura. Lo había ensayado en la semana y ahí, en una práctica en River, el Gato Sessa me tiró: “Si sos tan guapo, ¿por qué no te animás a hacérselo a Chila el domingo?”. Porque justo jugábamos contra Vélez… Obvio: le respondí que sí. Era muy de esos tiempos. Como por ejemplo cuando Abreu la picó en el Mundial. No fue para cargar sino porque está loco el tipo. Seguro creyó que era la mejor forma. Yo lo pensé igual. No lo hice, como dice la gente, para burlarme de Chila ni de la gente de Vélez. Y después lo grité como loco porque era algo distinto. Si lo erraba, todavía estaba enterrado en el Amalfitani.
-La diferencia con el Loco Abreu es que él lo hacía siempre. Dale, Roberto. Vos en esa época habías contado que Chilavert te había atacado toda la semana y ahí pensaste: “¿Vos me tratás así? Ahora te la pico delante de todo el mundo”.
-Eso es cierto, ja. Todo surgió de un partido en el que Chila termina enojado con el Tolo Gallego, que era el técnico de River. Y ustedes, los periodistas, son muy pícaros. En ese momento, uno le preguntó a Chila: “¿Con Trotta qué pasó?”. Y él le respondió: “No, de cornudos no hablo”. Yo no le contesté nunca. Sólo pensé: “En la cancha te lo devuelvo de alguna forma”. Eran chicanas de esos tiempos. Hoy me junto con Chila, nos tomamos un café y nos cagamos de risa.

-Ah, ¿se arreglaron? Pensaba que estaban distanciados. Me quedó esa película.
-No, no, para nada. Son cosas que pasan dentro de una cancha. Y si vos te llevaste bien durante tantos años, como yo con Chila, se sigue de la misma forma.
Es más, él viene muy seguido acá a Miami y cada vez que viaja nos juntamos. Me dice si me interesa dirigir en Paraguay… Charlamos bastante. Pasa que tal vez la última foto fue ésa y la gente cree que se sigue de la misma manera. Igual con mi personalidad: queda la imagen de cuando yo era jugador de fútbol. Pero las cosas cambiaron. Tengo 56 años. Ya no puedo vivir de esa forma. No me daría el cuerpo.
-¿Ya no sos ya no sos más el Trotta malo?
-Nooooo. Es que nunca lo fui. Durante 20 años yo hice un personaje de un Trotta malo. Y me sirvió. Porque estar tantos años en el fútbol profesional no es fácil. Pero hoy ya no existe más ese Trotta.
-Ya no corrés para pegarle a un periodista, entonces. Como esa historia con Pellegrini y Marcelo Palacios. Cada vez que el Profe la cuenta en ESPN es fuerte y desopilante a la vez.
-Ahora me río porque ya pedí disculpas. No era con él. Mi bronca fue con Marcelo Palacios… Pero ya pasó. Me junté con ellos y tengo diálogo con los dos. Aunque reconozco que estoy en deuda con el Profe: no le compré el par de anteojos que le rompí en ese momento. ¿Viste cuando después te ponés a pensar en las cosas que hacés? De algunas te arrepentís. El tema fue así: Palacios trabajaba en una radio partidaria y nos liquidaba. Principalmente a mí. Yo jugaba de 4. No andaba bien, pero tampoco para que me diera tanto palo. Parecía personal, porque había otros que jugaban peor que yo y no decía nada. Justo viajamos a jugar a Córdoba. Perdemos 2-1 con Talleres y se va Manera. Cuando salimos de la cancha, subo al micro y estaban todos los periodistas de las partidarias porque eran amigos de Raúl Gámez. O conocidos después de tantos años. Cuando los veo, me enojo. Y me bajo. Me acuerdo que Gámez me decía: “Roberto, vamos, ¿qué pasa”. Y yo, como loco: “Si no bajan ellos, que matan a mis compañeros, no subo. Me tomo un taxi y nos vemos en el aeropuerto”. Ahí los baja a todos. Y cuando se iban, yo miraba con carita de canchero. Ahí Palacios me hace la cruz, como que estaba muerto para él. ¡Para qué! Después lo fui a buscar en una práctica. Le dije: “Esperame que quiero hablar con vos”. Y cuando salí, no estaba. Pero sí el Profe. Entonces le avisé dos veces: “Sacate los anteojos porque te voy a pegar a vos”. Y a la tercera, se me fue la mano y quedó para la historia.

-Hay que ver si esa historia la contás en las charlas de liderazgo que das en Miami. Aunque reconozco que antes había muchos tipos pesados. Nombramos a vos, Ruggeri, Chilavert, el Beto Acosta, el Tolo Gallego.
-Más Passarella, Bianchi, Bilardo… Cuando yo debuté en Primera, en ese Estudiantes jugaban Russo, Sabella, Trobbiani, Ponce, Camino, Gugnali, Craviotto. Era toda gente grande. Me enfrenté a Ramón Díaz, al Patón Bauza. Había jugadores en el Interior que no los nombraba nadie, pero vos decías: “¿Pero cómo este pibe no juega en la Selección?”. Ahora, las clases de liderazgo son difíciles. Les interesa más a las empresas que a los entrenadores o jugadores de fútbol. Hoy es muy diferente. Las redes sociales, los teléfonos y la plata hicieron cambiar todo. Ahora es difícil encontrar a los capos de un equipo. Por ahí es más el que juega bien que el caudillo. El último líder que queda puede ser Messi, por cómo lleva la Selección. Después quedan los viejos, pero son pocos. Izquierdoz en Lanús, por ejemplo. La misma juventud te va dejando de lado. No se llega como antes al liderazgo.
-De hecho Messi se transformó. Primero era líder futbolístico y con los años se hizo este tipo un capitán completo.
-Sí. Por su forma de ser. Yo digo que lidera con sus opiniones. No lo viví, pero me imagino a un dirigente preguntándole: “Lionel, ¿qué DT te gustaría que tengamos en este momento?”. Y él puede ser una palabra muy fuerte. “Me gustaría Mascherano”. Y Mascherano llega al Inter… Me parece que es un líder por ese lado. Ahora el capitán no pelea por tantas cosas porque hay muchos representantes. En mi época, les arreglé los contratos al Lobo Cordone, al Negro Banegas. Porque venían y me preguntaban. Sólo los jugadores importantes tenían a alguien detrás. Entonces les decía: “Dale, voy y te ayudo”. Me peleaba yo con los dirigentes. ¿Y entonces quién era el malo porque le sacaba la plata al club? Trotta. Pero en realidad trataba de ayudar a mis compañeros. Ya no escucho a los dirigentes decir “nos peleamos con el capitán por los premios”. Hoy cada uno se defiende solo y hasta los utileros por ahí tienen representante.
-Recién decías que esas cuestiones de liderazgo le terminan interesando más a las empresas que en el fútbol.
-Sí. Totalmente. Se preguntan cómo puede ser que un capitán maneje tanta gente. A un plantel de 30 jugadores, donde son 30 personalidades completamente distintas. Les interesa qué hacíamos nosotros para llegarle a cada uno. En las empresas hay muchos empleados, como en un equipo de fútbol. Tenés el titular, el suplente y el que no juega. Y en el trabajo está el que decide los millones de dólares que gana la empresa o el que limpia el baño. Entonces, buscan cómo llegarles a todos. Eso te dicen: “Nos está faltando cómo entrarle al que limpia el baño, hacerle entender que es tan importante como el que nos hace ganar millones”. Y eso era lo que hacíamos nosotros: explicarles a los chicos que no jugaban, o a los grandes que por ahí no tenían minutos, que eran clave para todo el grupo. Y que cuando se ganaba, ganaban todos. No son importantes sólo los que salen en la foto.

-¿De quién aprendiste ese liderazgo? Hablás de tener bien a todos y se me viene Bianchi a la cabeza.
-¿Cómo decirlo de buena manera Porque cuando digo que no aprendí de nadie queda como “mirá este canchero”. Pero no sé… En las Inferiores de Estudiantes me marcó mucho la Bruja Verón padre. Después aprendí en el club. Yo debuté a los 17 años. Y a los 18 era capitán en el equipo que jugaban Ponce, Insúa, Craviotto y el Negro Agüero. Ramos Delgado, que fue quien me puso en Primera, me habrá visto algo y me dio la cinta. Después me fui armando solo. Escuchando y viendo cómo actuaba la gente. Viendo más a jugadores que a técnicos. Para mí un ejemplo de liderazgo era Passarella. Sé que Daniel hacía cosas malas. Entonces repetía las buenas y trataba de corregir las otras. También trataba de imitar a Baresi, el 2 del Milan. No sabía qué hacía en Italia pero lo veía en la cancha. Y después, la gente de Estudiantes. Pensá que yo no tenía auto. Entonces, para ir a entrenar me pasaban a buscar y compartía el viaje con Camino, Agüero, Ponce y Sabella. Era un pibe y estaba con ellos. Hasta me quisieron comprar el pase. Era la época que se jugaba por el 20 por ciento. Ahí me dijeron: “Quedá libre y te compramos”. Y yo les respondí: “¿Cómo voy a quedar libre si no me conoce nadie?”. Es el día de hoy que me cruzo con alguno de ese grupito y me putea: “Hijo de puta, la plata que nos hiciste perder”.
-¿Si con un chasquido de los dedos podrías estar en el lugar que querés sería como entrenador de Estudiantes?
-Sí, obvio. Yo sueño con muchas cosas, pero ése sería lindo.
-¿Con qué más soñás?
-Uf. Todo tiene que ver con el fútbol. Con volver el tiempo atrás y jugar un partido oficial en la Selección. Me gustaría ser manager de un club. Y, fundamentalmente, mi ilusión es dirigir en Primera. Trabajé en el Argentino A, en el Nacional B, pero para cerrar mi ciclo me encantaría Primera.
-¿En la Selección te mató la aparición del Ratón Ayala Porque vos en ese Vélez, cuando te convoca Passarella, la rompías.
-Yo jugué sólo un amistoso. Ayala era joven y del gusto de Passarella. A mí, en cambio, Daniel no me quería. Me tuvo que llevar porque el periodismo jodió, jodió y jodió. Encima él justo fue a ver un partido donde jugué contra Racing: hice 2 goles y me pusieron 10 puntos en El Gráfico. Esa semana justo había partido de la Selección y me tuvo que convocar.

-Volviste a hablar de Vélez. Y estamos en el aniversario del campeón del mundo. ¿Hace unos días hiciste un posteo en Instagram pidiendo otra vez disculpas?
-Pasa que es de nunca acabar. Porque empezás a discutir con chicos que no vivieron esa época. Hoy por hoy, ellos ven lo que dicen en las redes y quedo mal parado. Yo lo que repito, entonces, es que no pido más disculpas. Ya lo hice en su momento. Ahora, si te viene bien, las tomás. Es tu vida… De hecho fue una pavada. Pasa que justo fue contra Estudiantes, que nos ganó 2 a 1. Había mucha gente del Pincha que me ovacionó. Ahí los hinchas de Vélez encima se pusieron mal porque hice un penal en el último minuto. Se habrán creído que me tiré a propósito. Después, cuando salí del vestuario, me llené tanto la cabeza con cosas que me decían compañeros, cuerpo técnico, hasta dirigentes, que dije la famosa frase “me sentí visitante en mi propia cancha”. Y ahí se pudrió todo.
-¿Y te gustaría volver? Vos decís que no existe más el Trotta malo. Y más allá de los cortocircuitos, al entrar al hall central de Vélez estás como capitán en la foto de los 11 titulares campeones del mundo.
-El tema es que ahora cuando vas a la cancha no está más la gente que nos vio. Pasaron 30 años. Hoy van chicos que lo viven de otra forma. Ya estoy cansado de ir y que a alguno se le escape alguna: “Eh, Trotta botón”. “Che, mirá lo que dijiste”. Entonces prefiero no ir. Y además, hubo dirigencias que ni siquiera me llamaron. Para los 25 años de la Intercontinental, o el aniversario que fuera, no recibí ni siquiera un llamado. Yo no voy donde no me invitan.

-Lo decía desde otro lugar. Hace un tiempo, por ejemplo, Passarella fue a River. Hablo de una recomposición histórica.
-Me encantaría. Y mirá que no necesito una plaqueta ni que me ovacionen. Yo sólo sigo defendiendo a todos los de esa época. No sé cómo estará ahora. Pero la última vez que yo fui a la cancha de Vélez, me senté en un escalón de la platea Norte.
-A Bianchi se lo ve siempre en el palco.
-No, no. Pará. A Bianchi y a Margarita siempre les dieron un palco. Ellos son distintos. De ninguna manera pueden ir a la platea. Pero nosotros, ¿qué diferencia tenemos con ellos? La última vez que fui a la cancha, como te decía recién, con el Turco Asad y el Pacha Cardozo estuvimos sentados en los escalones de la platea porque estaba llena. Dale, no jodan. Si vos nos querés exponer… En esa época sabía que nos querían exponer, principalmente a mí. Me querían cansar para que no fuera más. Era el gran ego que siempre tuvo Gámez con todos los campeones del mundo del 94. Entonces dije “no voy más”. ¡Yo tuve que estacionar el auto en el Carrefour de enfrente de la cancha!
-¿Pero irías si ahora te invitaran bien?
-Hoy por hoy digo, sí iría con gusto. La anterior dirigencia fue pésima. ¿Iba a llevar a mi familia para pasarla mal? Prefiero sufrir por televisión. Porque me encanta que gane Vélez. Siempre que no juegue con Estudiantes, por supuesto. Me gusta que gane hasta con los Mellizos, así que imaginate…
-Eran tremendos esos cruces en los Vélez-Gimnasia de los 90.
-Uhh. Por eso a veces digo qué divertido que es el fútbol. Los Mellizos han dicho barbaridades de Vélez y hoy son los técnicos. Entonces pienso: ¿por qué no voy a poder dirigir a Vélez en algún momento? Si yo declaré menos barbaridades que Guillermo y Gustavo. Eran bravos. Aparte no era uno, eran dos. Se juntaban y eran terribles. Al Pacha Cardozo lo enfermaban, ja. Aparte, Vélez-Gimnasia se había hecho como un clásico. Y yo había salido de Estudiantes. Entonces ellos aprovechaban un montón. Eran muy cómicos dentro de la cancha, aparte de que jugaban bien, ¿no? Guillermo siempre anduvo mejor que Gustavo, pero cuando se juntaban a hacerte enojar eran terribles. Ojalá que les vaya bien. Va más allá del chiste, o de la forma de ver las cosas de Estudiantes y de Gimnasia. Quiero que les vaya bien por ellos, pero principalmente por Vélez. Pasaron muchos años. Y yo ya no me peleo.


