Nael, varón trans, y Karen, detransicionada: “Despatologizar la disforia de género es un error, porque atañe a la salud mental”

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Remando contra la corriente, denuncian el negociado que hay detrás de la ideología transgénero, cuestionan a los psicólogos “afirmativos” que tras una sola consulta impulsan a la persona a la hormonación, y cuentan cómo el colectivo trans les dio la espalda cuando empezaron a cuestionar sus dogmas.

Karen Quiñones es colombiana, tiene 36 años. En su adolescencia, tomó contacto con la comunidad LBGT y a los 22, luego de una sola consulta psiquiátrica, comenzó a inyectarse hormonas para convertirse en Tomás, una etapa que duró 7 años. Actualmente es una detransicionada, pero sigue padeciendo los efectos adversos del tratamiento.

Nael Condell es un varón trans. Nació en Chile como mujer biológica hace 38 años, pero inició una “terapia de reasignación de sexo” a los 21 años y desde entonces vive socialmente como hombre.

El padecimiento por las secuelas de los tratamientos a los que se sometieron no los ha llevado a la victimización ni a la parálisis. Ambos dedican buena parte de su vida a ayudar a otros. Luchan especialmente por exponer los estragos que causan prácticas que todavía están en su etapa experimental, y por advertir acerca de las consecuencias negativas del transactivismo, especialmente en la infancia. Respaldados en el hecho de haber experimentado en carne propia los peligros de la tendencia a romantizar la transición de género y a negar el carácter invasivo e irreversible de los tratamientos, son muy activos en las redes desde donde asesoran y ayudan a las personas abandonadas por el lobby trans y en especial a los padres de menores con disforia de género.

Precisamente, fue la asociación Manada (Madres de niñas y adolescentes con disforia de género acelerada) la que los invitó a la Argentina, donde participaron, junto con la médica psiquiatra María José Mancino, de un conversatorio sobre la Ley de Identidad de Género y la necesidad de declarar invasivos los bloqueos puberales, las hormonas cruzadas y las cirugías de cambio de sexo. La anfitriona de esta actividad, que tuvo lugar el miércoles pasado en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, fue la vicejefa de Gobierno, Clara Muzzio.

En esta charla con Infobae, Karen y Nael comparten sus historias, denuncian la estigmatización de las personas detransicionadas, sostienen que la disforia de género debe ser objeto en primer lugar de una terapia exploratoria y piden a los padres que no permitan que sus hijos sean el experimento de una ideología.

Nael Condell y Karen Quiñones en los estudios de Infobae

— Karen, Nael, ustedes son una ex trans y un varón trans, que están dando testimonio desde sus países, Colombia y Chile, sobre lo que realmente significa la transición de género. ¿Qué implica realmente esa transición de género y qué secuelas les ha dejado a ustedes?

Karen Quiñones: — Yo soy una mujer detransicionada, o ex trans como tú acabas de decir. Estuve siete años en una terapia de reemplazo hormonal inyectándome hormonas masculinas para hacer una transición de mujer a hombre. Esto tiene bastantes implicaciones con las que hoy día vivo y tendré que vivir por el resto de mi vida.

— ¿Se puede dejar de inyectarse hormonas?

KQ: — Depende del nivel al que has llegado y al tipo de mutilación de tu cuerpo, si has extraído tus órganos femeninos internos, lo que te puede hacer incluso dependiente al uso de la testosterona. En mi caso, no llegué a extirpar mis órganos. Gracias a Dios. Pero el uso prolongado de las hormonas, y el haberlas dejado, tiene consecuencias en mi vida, a nivel renal, hepático… Me causó una falla renal que desencadenó una hipertensión. Soy una mujer hipertensa por el resto de mi vida. Endometriosis debido a la ausencia de mi período menstrual durante tanto tiempo y hemorragias al suspender las hormonas y reaparecer mi ciclo menstrual. El engrosamiento de mis cuerdas vocales es otro efecto; posiblemente mi voz jamás vuelva a ser la que era, y muchas otras consecuencias más. Dolores de cabeza, aumento de peso, riesgo de resistencia a la insulina, etc.

— Después hablaremos de lo que pasa a nivel psicológico, mental, pero me gustaría primero, Nael, que nos cuentes tu caso. Vos no estás detransicionando. Sos una mujer biológica, con la apariencia de un varón y socialmente también sos un varón.

Nael Condell: — Correcto. Yo no soy un detransicionador. Soy una mujer biológica. Eso no va a cambiar jamás. Llevo veintiún años con inyecciones de testosterona. Comencé a los dieciocho años. Me hice la mastectomía bilateral completa a los veintisiete y la histerectomía total con retiro de ovarios a los treinta y uno. Eso genera una menopausia quirúrgica y ahí es cuando comienzan con fuerza todas las repercusiones del uso de la testosterona. O sea, hasta ese momento, mi cuerpo de alguna forma podía regularse, generar lo que normalmente es un periodo en una mujer. Cosa que nosotros interrumpimos artificialmente con la inyección de testosterona a medida de lo que el médico o lo que la WPATH (Asociación Profesional Mundial para la Salud Trans) te diceN: con Nebido cada tantos días, Testoviron para tantos días, Enantato tantos días o Sustanon tantos días. Pero no se hace un estudio en la propia persona. Ellos no saben cuáles son mis ciclos particulares. Entonces eso te desarma completamente por dentro a nivel químico y tiene las repercusiones que tiene. O sea, jaquecas constantes, fuertes, invalidantes. Estuve muy cerca de ser resistente a la insulina y de ahí a la diabetes, con treinta y nueve años. Subidas de peso que uno no explica. Un daño a la autoestima, un rechazo a cómo te estás viendo. La calvicie, y así… También arritmias… Sé de casos cercanos de gente que ha fallecido por fallas multisistémicas, a los treinta y uno, treinta y dos años.

Quiñones y Condell cuentan sus experiencias como personas trans para alertar sobre los riesgos y las consecuencias de los tratamientos

— ¿Conocen muchos casos de gente que detransiciona o que considera erradas las decisiones que en un momento tomó? Los promotores de la transición de género dicen que hay muy pocos arrepentidos.

NC: — ¿Cómo puedes hacer una estadística en una población que se ve sumamente amenazada a la hora de hablar? Y totalmente desprotegida. Porque una cosa es cuando tú entras al sistema a ser trans: bombos, platillos, bienvenido, alfombra roja, hormonas, desbloqueadores, te dan el pack completo. Pero cuando tú quieres detransicionar, no hay nada. Todas esas puertas se cierran, te quedas solo y con una comunidad que si tú hablas, te cancela. El que no opina de acuerdo a la línea del lobby, es atacado. No importa lo que tú seas. El que detransiciona es un arrepentido. Que se quede callado. Por ende, no hay estadísticas.

— Karen, te escuché decir que esto era como una religión. Al que se va y habla contra la fe, contra el dogma, lo excluyen.

KQ: — Sí. Por eso, fuera de exponer mi caso, es dar visibilidad, que las personas detransicionadas existimos, y que hemos sido excluidas, segregadas, invisibilizadas, porque los detransicionados somos la realidad de una ideología que se cae por su propio peso…

— Una prueba de fracaso.

KQ: —:Exacto. Entonces, no conviene ideológicamente que nosotros seamos visibilizados. Por esa misma razón, el sistema no tiene manejo o tratamiento para nosotros. Como decía Nael, hay un montón de situaciones que te ofrecen al momento de la transición, pero con la detransición, volteas a mirar y estás completamente solo. Tienes que buscar profesionales particulares, por sumas altísimas. A nivel psiquiátrico o psicológico, poco se sabe del manejo de una detransición. A nivel médico, menos todavía, y si te has sometido a cirugías, se vuelve complejo. En cuanto a mí, efectivamente aquellos que en algún momento me abrieron las puertas y me brindaron todas las herramientas para transicionar, al momento de decir: “Voy a reencontrarme con mi identidad en su diseño original… “No, no, no, no estamos, no somos partícipes de eso”. Ya no comulgas con la ideología, entonces, pues simplemente ya no vales para el lobby.

Karen Quiñones advierte que el sistema no tiene tratamiento para las personas que quieren detransicionar

— Nael, vos no estás detransicionando ¿Es porque no querés, porque no podés, o…?

NC: — Es que tengo ya una vida como Nael. Llevo más tiempo viviendo como hombre, socialmente hablando, que lo que fui como mujer, socialmente. Entonces, no tengo ninguna razón para dejar de ser quien soy, porque Nael es quien yo soy. No tengo ese conflicto. Sí asumo las consecuencias que esto trae. Físicas, que ya mencioné, y psicológicas, que es tener crisis depresivas, crisis ansiosas, a veces incluso de pánico. Convivo con eso y lo asumo. Por otro lado, a nivel hormonal, si yo quisiera hacer cualquier cambio, ni los mismos endocrinólogos me pueden asegurar que mi cuerpo vaya a reaccionar bien, porque llevo tantos años a base de testosterona química… Ni siquiera un endocrinólogo me puede decir: “¿Sabes qué? Es lo mejor en tu caso”. Porque, como dice Karen, todo depende. Depende cuánto tiempo lleves, en qué condiciones están tus órganos, si tienes tus órganos. Yo no necesito detransicionar. Yo estoy advirtiendo, estoy diciendo: esto es la realidad de las personas trans. Que la quieran asumir o no, bien, cada uno lo verá a su tiempo y la vida misma te dará las situaciones para que te des cuenta. Si no te quieres dar cuenta, tema tuyo. En mi caso, fue una crisis depresiva fuerte por un conflicto con la comunidad trans, por opiniones políticas. En una comunidad puede haber diversidad de pensamientos, pero nos une en este caso la transexualidad.

— ¿Y no es así?

NC: — Si tú no piensas políticamente como ellos, te mandan a funar (escrachar). Te mandan a insultar. A mí me llegaron mensajes de todo tipo. “Suicídate”. “Mátate”. “Ojalá desaparezcas”. “Esta persona no puede ser parte de la comunidad”. Soy literalmente el Voldemort, el innombrable de la comunidad trans en Chile. A ellos no les importó mi condición psicológica, mi salud. Entonces, en mi caso fue una crisis psicológica fuerte derivada de este conflicto con la comunidad trans, que me deseó la muerte, el suicidio. No pude encontrar ayuda dentro de la comunidad. Pedí ayuda, busqué a profesionales pero se me cerraron todas las puertas.

— ¿Todo eso por no ser progresista?

NC: Exacto. Ahí yo empecé a cuestionarme todo. Después de la crisis, en la cual en un momento me vi, literalmente, sentado en el piso del baño con pensamientos suicidas, ahí, partió todo.

Nael Condell dando su testimonio en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires

— La comunidad trans siempre argumenta que son un grupo vulnerable, con una expectativa de vida muy corta y un alto índice de suicidio. Todo eso lo atribuyen a la discriminación. Nunca lo relacionan a los tratamientos, a la transición. ¿Disminuye la tasa de suicidio una vez que la persona transiciona?

NC: — No. De hecho, en Estados Unidos, las tasas de suicidio postoperatorio genital son altísimas, del 40 % o más. Lo que ellos hacen, ante una persona que efectivamente está mal, en vez de ahondar en lo que le pasa, es decirle: “Es que tú eres una persona trans, lo que tienes que hacer para sentirte bien es cambiarte el nombre y que socialmente se te reconozca así”. Entonces, la persona entra en un bucle de disforia-euforia. La euforia de “me cambio el nombre, estoy empoderado, la gente me trata así, ¡ah!”. Se normaliza. Baja. Entra en la disforia. El siguiente paso son las hormonas. Y ahí tienes un ciclo de aproximadamente unos cinco años, en que la persona cambia su aspecto físico. Cinco años es lo máximo que vas a obtener de cambios con la hormona. Después vuelve a bajar. Y nuevamente, que una operación, que otra operación, que la siguiente operación y así. Es un bucle de euforia-disforia que te lleva a estar constantemente en esta lucha porque la comunidad te está diciendo que es así. Y mientras no salgas de esa burbuja y empieces una introspección de ¿qué me está pasando?, ¿por qué me siento así?, ¿realmente es porque la sociedad me está maltratando? Siendo que hay mucha gente que vive super bien. La sociedad los mega-recontra-acepta, sobre todo a los influencers. Gente que vive de ser trans. Entonces, está obligada a no dejar de serlo. Pero el resto de la gente, la que no tiene recursos, siempre va a estar centrada en que “como no me aceptan, me siento mal”, en vez de cuestionarse si no es otra la alternativa que la pueda hacer sentir mejor.

— Ellos quieren despatologizar. La disforia, para ustedes, ¿es un problema psicológico o es un tema identitario simplemente?

KQ: — Para mí atañe a un problema de salud mental. Algo a lo que a través de profesionales no afirmativos se dé una real atención.

Nael Condell:

— Afirmativo es el terapeuta que si un paciente varón le dice “creo que soy mujer”, le responde: “Sí, sos mujer”.

KQ: — Exacto. Son los profesionales que abundan en este momento. Pero para tener una real atención en salud mental, hay que explorar, saber, hay problemas de base, psicológicos, que deben de ser tratados como tales. También es un llamado a los profesionales, a que ejerzan realmente la profesión y que no se dejen llevar por corrientes, por ideologías. Incluso por temas económicos. Yo siento que atañe más bien a una atención de salud mental real.

NC: — Lo que pasa es que ahí es cuando el lobby LGBT, que no es lo mismo que la comunidad, dice: “Las personas trans existimos y resistimos”. Amigo, yo no estoy borrando tu existencia, yo soy una persona trans. Sería borrarme a mí mismo. Habemos personas trans y hace mucho. Pero definamos qué es una persona trans, hablemos abiertamente de lo que realmente es. Despatologizarlo es un error, porque dejamos de obtener ayuda y los profesionales dejan de capacitarse para darnos ayuda. La disforia no es simplemente un trastorno de base, puede ser una bomba de humo. Eso es lo que hay que dilucidar.

— ¿No es lo mismo disforia de género, que transgenerismo, no? O sea, no necesariamente una disforia tiene que llevar a una transición.

NC: — No. Hay muchas personas que sufren disforia y con un psicólogo exploratorio, pueden resolverlo o aprender a sobrellevarlo o hacer ligeros cambios en su vida que les dan paz. Por ejemplo, chicas que se visten de forma más masculina, se cortan el pelo y no pasa nada. Siguen siendo mujeres. Hay muchas personas que lo aceptan, lo reconocen, porque lo trabajan. Pero si no estás permitiendo esa apertura de decir: “Oye, hay efectivamente mujeres masculinas en sus actitudes y gustos, y hombres femeninos en sus actitudes y gustos, y no tiene nada de malo”. Pero bajo el transgenerismo, todas esas personas son trans y no lo son.

Karen Quiñones compartiendo su experiencia durante el conversatorio en la Legislatura

— Hay una imposición del transgenerismo en los niños. En Argentina a través de la educación sexual integral, desde los cuatro o cinco años, se les dice que se nace nena pero se puede ser varón, que un varón puede tener vulva… Ustedes también buscan advertir sobre esto: que es incluso más peligrosa la hormonación en un adolescente que hoy se promueve con el argumento de que es mejor empezar temprano…

NC: — Eso es no es entender nada de biología siquiera básica. O sea, si yo estoy construyendo algo y le meto una cosa que no tiene que ver, se va a desestabilizar completamente esa construcción, nunca va a ser firme. Eso es lo que pasa con los niños. Nuestros cuerpos están hechos para funcionar mediante electricidad, por el sistema nervioso central, y mediante química, a través de las hormonas. Las hormonas no son un juego, un dulcecito que si me lo tomo no pasa nada. Las hormonas, desde la primera que te inyectas, ya están haciendo cambios y generando un daño. Tú decides si ese daño será a corto o largo plazo. Hay personas, como Karen, con siete años de hormonación versus veintiuno, y ella tuvo repercusiones renales mucho más graves de las que yo he tenido. Uno no sabe cómo el cuerpo va a reaccionar.

— Karen, ¿necesitaste una terapia para hacer la detransición? ¿Cómo fue?

KQ: — Bueno, ha sido un caminar largo cada día, hasta el punto de hoy. Hasta este punto no he logrado tener un tratamiento que sea progresivo, consecuente, constante, por el mismo hecho de no poder encontrar profesionales capaces de manejar la detransición. Al principio, fue bastante complejo para mí. Si bien ya me había identificado de nuevo como mujer, muchas cosas me costaban: el uso de los aretes, la vestimenta femenina… Y sí, fue necesario un acompañamiento psicológico, una terapia exploratoria. Aparte, porque yo tuve un diagnóstico de disforia de género cuando en realidad tenía una depresión mayor.

Karen y Nael y un mensaje especialmente destinado a los padres de menores con disforia

— ¿Es cierto que te diagnosticaron en una sola entrevista?

KQ: — En una sola, de quince minutos. Quince minutos duró y fue suficiente para empezar el tratamiento hormonal a mis veintiún años. Por eso apunto y recalco mucho el hecho de que es necesario que los profesionales del área, psicólogos y psiquiatras, sean lo que tienen que ser para que no se sigan realizando este tipo de diagnósticos apresurados que pueden llevar a una persona a la transición. Tenemos en este momento muchos casos en todo el mundo de personas que se han visto afectadas por el uso de hormonas a partir de un diagnóstico errado.

— Son conejillos de Indias, ya que todo esto es experimental.

KQ: — Exacto. Y eso es lo que no concibe el colectivo trans. Tantos alcances ha tenido, que incluso a niños y a adolescentes ya les quieren dar potestad para autodefinirse independientemente de su sexo biológico.

— El lobby trans niega estar haciendo propaganda, influyendo. Pero en tu caso, fue muy clara esa influencia. Te llevó a la transición el contexto, el grupo en el que estabas y no tanto una cuestión interior tuya, ¿es así?

KQ: — Tiene mucho que ver. El grupo de pertenencia, y más, como en mi caso, en tiempos de adolescencia, cuando claramente uno está en un afán de pertenecer, de recibir aprobación. Entonces, pues fue todo el tema de la comunidad, de pertenecer, de absorber todo lo que ahí veía y vivía.

Tanto Karen como Nael han sufrido indiferencia y cancelación por parte del lobby trans

— Nael, dijiste una vez que la gente es “floja”, en el sentido de que los padres no se toman el trabajo de revisar los contenidos a los que acceden sus hijos, en redes y en la escuela. ¿Qué advertencia harías sobre esto?

NC: — Que los padres tienen que ser los que mejor conozcan a sus hijos y su ambiente. No puede venir un profesor ni nadie a decirte quién es tu hijo. Tú tienes que saber si a tu hija le gusta jugar con muñecas o a la pelota. Si para ti como papá está bien, perfecto, pero sigue siendo tu hijo o tu hija. No puede venir un profesor a decir: “No, es que usted no tiene una hija, tiene un hijo trans”. Porque es información que el niño naturalmente no tiene, una información que le está siendo insertada. Es muy peligroso que los adultos trans estén poniendo sus experiencias de vida, sus vivencias, sus sufrimientos, incluso permitiendo que las muertes de personas trans sean utilizadas para generar todo este negociado del que los niños están siendo el experimento. Porque esto es un negociado. El que no lo quiera ver es peor ciego. Pasas a ser un paciente de por vida, fármacodependiente. Y no solamente de la hormona. Entonces, si no lo quieres ver por una supuesta felicidad prometida, que tampoco te asegura nadie, es problema tuyo. Pero los papás no pueden caer en eso. Son sus hijos. Son responsables de su bienestar. Como padre, no puedes permitir que usen a tu hijo como conejillo de Indias, experimento de una ideología, porque tú no te tomas tiempo para conocerlo, para ver qué mira, con quién comparte, dónde se está moviendo. Pasarle un teléfono es el peor error que puedes cometer como padre hoy en día. No es lo mismo el teléfono que yo tenía a los veinte que el que hoy tiene un niño a los cinco años.

— Claro, hay un bombardeo desde las redes, una propaganda…

NC: — Y la romantización de lo trans. Como si la persona trans por transicionar es un valiente, un libre. ¿Qué tan libre soy yo si tengo que ir a un hospital? Si vivo atado a un hospital.

— Tampoco parece haber mucha noción de lo que son las cirugías de transición. Consisten en extirpar órganos sanos…

NC: — Es que no te dicen eso. Van cambiando el lenguaje. Para mí fue mastectomía bilateral, la misma operación que les hacen a las mujeres con cáncer. Hoy en día es “masculinización de tórax”.

La doctora María José Mancino en el conversatorio organizado por Manada

— Necesitan negar lo que realmente se está haciendo.

NC: — Hay muchas imágenes en redes sociales de lo feas que son esas operaciones. Claro, tienes a un influencer que te muestra su operación maravillosa… Pero la operación deja una cicatriz enorme, un rajazo horrible del que nunca te vas a recuperar.

— ¿Comparten el criterio de que hay una epidemia transgénero, sobre todo entre los adolescentes?

NC: — Para mí la hay. Por lo que decía: hay una romantización, es como la liberación de la persona. Aparte, la red social se encarga de mostrarte lo que tú quieres ver. En redes sociales, la comunidad LGBT se ve como una cosa ¡guau! Entonces, estos chicos entran a vivir en las redes porque allí tienen esta aceptación, todo es lindo, tú eres un valiente, eres increíble. Pero salen a la calle y no encuentran nada de eso. Entonces, vuelven a las redes porque ahí se sienten seguros, pero no es culpa de la sociedad, sino de las redes que te están vendiendo un mundo que no existe.

— ¿Qué explicación encuentran al hecho de que sean mayoritariamente mujeres?

NC: Yo tengo una muy lógica. Con el miedo que existe hoy día a ser mujer y lo victimizada que está la mujer, sales a la calle y te dicen que la probabilidad de ser violada, asesinada, mutilada, secuestrada, es casi de un 99,9 por ciento, cosa que no es así. Entonces, ¿qué ganas voy a tener yo de ser mujer hoy en día? El problema es que tampoco quiero ser hombre, porque si soy hombre, soy un violador en potencia. Entonces, ahí está el tema de ser trans. No quiero ser hombre, quiero ser un trans, quiero ser no binario, quiero ser disruptor, diferente. El trans de antaño, de la vieja escuela, decía si vas a ser hombre, vas a ser hombre, con todo lo que eso implica. Hoy en día, te maquillas, peluca y eres una mujer trans.

— ¿Está pasando también en Colombia esto?

KQ: — En este momento, a nivel legislativo, se están haciendo varios trámites por parte de la comunidad y el lobby para implementar estas leyes, como la ley trans, o proyectos para prohibir lo que llaman terapias de conversión. Pero hay una voz que se levanta que es la de los padres. Hay un despertar bastante grande, por la proliferación de esta situación. Tú hablabas ahorita de una pandemia y yo creería que sí, estaría muy de acuerdo con ese calificativo y se demuestra claramente en la gran cantidad de clínicas que se han abierto para este tipo de tratamientos, mutilaciones, y cada vez más en menores de edad. Los papás cada vez son menos papás, se someten al deseo de un hijo que se quiere una hormonación, una supresión de pubertad, es tremendo. Tanto es así que en Canadá ya hay leyes que castigan, incluso con cárcel, al padre de familia que se niega a aceptar estas terapias. Cada vez se le quita más potestad al padre. Se está cayendo en un relativismo parental. Pero empieza a haber un despertar y eso demuestra que hay padres que de verdad quieren serlo y hacer lo que tienen que hacer, que es cuidar, preservar. Son muchos los que acuden a mí: Karen, dime qué hago, ¿a quién busco?, qué profesionales, que no sean afirmativos, porque abundan los que básicamente te obligan como papá a aceptar a tu hijo porque tienes una infancia trans en casa. Entonces, me preguntan a dónde acudir, si hay grupos de ayuda, personas que los puedan entender. Hay un despertar a nivel mundial en este momento.

La vicejefa de Gobierno porteño, Clara Muzzio (de rojo en primera fila), y Miriam Domínguez (a su lado), representante de Manada, en el conversatorio en la Legislatura sobre riesgos y testimonios de la hormonación de menores

NC: — Ellos no pueden aceptar a que un padre tan siquiera cuestione. Que pregunte. Que dude. Esto pasa con los papás de Manada, yo estoy dentro del grupo, leo lo que les pasa, veo su lucha, la preocupación y el amor por sus hijos. Hay una realidad que tampoco se cuenta. Si tú tienes un hijo al que aceptas trans, todo está disponible para ti. Pero cuando un papá tiene la duda razonable porque conoce la historia de su hijo, que viene con depresión, que tiene problemas, como se ve en los papás de Manada, y viene un psicólogo y dice que todo se deriva de que es trans y hay que meterle hormonas, entonces mi duda como papá, razonablemente, es: ¿en qué le va a ayudar la hormona a resolver todo esto? Estas historias se repiten. Y hay demasiado en común como para que uno diga que esto es algo completamente natural. Aunque muchos psicólogos digan que no es que esté aumentando el número de casos, es que ahora la gente lo dice abiertamente.

— Salen del placard… Está claramente promovido. Además, se cuestionan las terapias de conversión que se aplicaban en un tiempo a las tendencias homosexuales. Pero lo que ellos hacen al promover esa transición en un menor que tiene problemas psicológicos y muchas dudas es una terapia de conversión también.

KQ: — Exacto. Es que, por ejemplo, en el tema de las terapias de conversión ellos incluyen una cantidad de situaciones, incluso llaman terapia de conversión al hecho de que un profesional, con un paciente en esta situación, explore, indague, eso ya lo califican como terapia de conversión.

— Un psicólogo no puede indagar en la causa del problema…

KQ: — Incluso está la cancelación religiosa. Que una persona reciba ayuda de un sacerdote, para ellos es terapia de conversión. Entonces es querer anular incluso la ayuda espiritual o la ayuda profesional que puedes recibir.

NC: — Esa es la mayor ironía, porque para ellos un niño de ocho o nueve años que diga soy trans es un iluminado. Sabe lo que quiere para su vida, tiene clarísima su identidad. Pero si una persona de dieciséis, dieciocho o veinte dice que quiere volver atrás, no, es manipulación. Aquí hubo un sacerdote, hubo un psicólogo. Alguien te está convenciendo de algo que tú no eres. Tenemos por un lado iluminados por reconocer una transexualidad, una no binariedad, pero el que quiere volver a sentirse bien con su sexo, es una persona manipulada…

KQ: — O es que nunca fuiste trans.

NC: — Claro, porque la definición de ellos es que quien se designa trans es trans y no puedes ponerlo en duda. Pero si yo hablo en contra de la transexualidad o del transgenerismo, no soy trans. A mí me dicen que no soy trans, y pucha, no sé entonces qué he sido en veintiún años. Me cambié el nombre, socialmente soy reconocido como hombre, me hice una mastectomía bilateral, me saqué los ovarios, me hormono, pero no soy trans. Pero un tipo que se deja el pelo largo y se maquilla, es trans. No, no me jodan. Para mí es un insulto que alguien venga y me diga: “Tú no eres trans”, pero reconozca como tans a alguien que simplemente se pone maquillaje. Eso es un insulto a mi historia, a mi vida y a las repercusiones que eso ha tenido en mí. No me jodan. Para mí, la peor terapia de conversión es convencer a un niño de que por su personalidad o por sus gustos es transexual. Convencer a un niño de que por cosas tan normales va a tener que empezar a tomar decisiones que posiblemente serán irreversibles y son experimentales, eso es una terapia de conversión.

— Es increíble que acepten el autodiagnóstico de un niño. ¿Qué consentimiento informado puede dar un menor?

NC: — Para mí en esto no existe el consentimiento informado. En el caso de los adultos, ¿qué hay de una persona que tiene una crisis de ansiedad o una depresión? Esa persona está convencidísima de que lo que va a hacer va a mejorar su calidad de vida. Si alguien te dice: “Mira, si te doy este veneno se te va a curar el cáncer”, la persona ni siquiera lo va a pensar. Lo va a hacer porque alguien que supuestamente tiene autoridad y más conocimiento, se lo está diciendo.

[FOTOS: Adrián Escandar y Prensa Legislatura CABA]

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