Luciano Pavarotti cumpliría 90 años: una infancia en la guerra, su amor por la vida y las pastas que preparaba con gorro de chef

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Luciano Pavarotti

Era imposible que alguien no pudiera identificar su voz al escucharlo cantar su clásico, O Sole Mio. No solo porque se convirtió en uno de los tenores italianos más importantes de todos los tiempos. Sino también porque, con su especial carisma, Luciano Pavarotti logró que la música lírica llegara a todos los públicos. E hizo lo que parecía imposible: que la ópera se volviera popular.

Había nacido el 12 de octubre de 1935 en Módena en el seno de una familia de escasos recursos que, incluso, se vio obligada a dejar su hogar a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Algo que lo dejó marcado para siempre. «La guerra es una de las experiencias más terribles que le pueden suceder a un niño, sobre todo por el contraste de una vida feliz, tranquila y apacible con otra repentinamente dura. No sé si era un mecanismo de defensa o no, pero aprendí entonces a saber extraer el lado positivo de las cosas», dijo Luciano en una oportunidad.

Era hijo de un panadero que amaba la lírica y que fue quien lo instó a comenzar sus estudios de canto desde que era un adolescente. De hecho, fue junto a su progenitor con quien dio sus primeros pasos como cantante al sumarse al coro de su ciudad. Pero recién a los 25 años tuvo la oportunidad de dar su gran paso, al ser seleccionado para interpretar a Rodolfo en la ópera La Boheme en el palacio de la ópera de Reggio Emilia. A partir de ese momento, ni los críticos ni el público pudieron dejar de reparar en él.

El diario norteamericano The New York Time, en tanto, lo destacó en su portada luego de su impecable trabajo en el rol de Tonio de la ópera La hija del regimiento, de Gaetano Donizetti. Ahí quedó claro que, definitivamente, Luciano no era un cantante más. Era único y capaz de alcanzar tonos imposibles para otros cantantes. Y sin que esto le requiriera de ningún esfuerzo vocal.

Sin embargo, aunque estaba muy claro cuál era su rubro, él no se quedó encasillado. A lo largo de su carrera, grabó duetos con artistas tan disímiles como Eros Ramazzotti, Sting, Andrea Bocelli, Frank Sinatra, Michael Jackson, Caetano Veloso y el grupo irlandés U2. Pero sin lugar a dudas, su mayor acierto fue integrar Los Tres Tenores junto a sus colegas Plácido Domingo y José Carreras, con los que entre los años ‘90 y principios de los 2000 deleitó al mundo entero con un repertorio que incluía desde las obras de Broadway hasta los temas más resonados de música pop.

El tenor italiano es considerado el cantante más exitoso de la historia (EFE/MARCOS DELGADO)

En paralelo, el cantante desarrolló su faceta filantrópica de la mano de la organización War Child, que en 1991 lo había convocado para recaudar fondos para la construcción de un centro de musicoterapia. A partir de ese momento, el hombre comenzó a organizar conciertos a beneficio en su ciudad natal, bajo el título Luciano Pavarotti and friends, en los que reunía a otras personalidades de la música para responder a distintas causas. “Soy un hombre abierto, solar, mucho más feliz cuando sale el sol que cuando llueve. Un hombre al que le gusta el campo, muy entusiasta de la vida y siempre muy dispuesto a las obras benéficas y a la solidaridad. Amo profundamente la vida”, había dicho en una entrevista cuando le pidieron una definición sobre su persona.

Amante de la buena comida, pasó gran parte de su vida haciendo dieta para tratar de controlar su tendencia a subir de peso. Sin embargo, tenía debilidad por las pastas. Y cuentan que, en muchas de sus giras, era él mismo el que se las preparaba haciendo gala de sus dotes de cocinero. De hecho, entre su colección de sombreros, se destacaba un gorro de chef que utilizaba en esos momentos frente a las hornallas en los que todo era felicidad para él. ¿Su especialidad? Espaguetis al champiñón, plato que en la Argentina dio lugar a una salsa que lleva su nombre luego de su estadía en el Hotel Plaza Buenos Aires, donde se hizo amigo de los responsables de la cocina.

Fueron tres los multitudinarios conciertos que Pavarotti llegó a ofrecer en estas latitudes. El primero tuvo lugar en 1991 en la Avenida 9 de Julio, donde cantó frente a más de 200 mil espectadores. En 1995, en tanto, se presentó en el Campo Argentino de Polo donde se reunieron unas 35 mil personas. Y, por último, se subió a un escenario junto a Mercedes Sosa en el estadio de Boca Junior, en 1999, donde más de 27 mil almas celebraron el encuentro.

¿Críticas? Sí, por supuesto. Como era de esperar, los eruditos de la música clásica aseguraban que la misma no podía ser entendida por las “grandes masas”. Pero Pavarotti no los escuchó. Al contrario, se mostró orgulloso de haber logrado romper esa barrera que impedía que algunos sectores de la sociedad tuvieran acceso a la lírica. Con cinco décadas de carrera, más de 100 millones de discos vendidos, 6 premios Grammys y un Grammy Legend Award, entre muchos otros reconocimientos y galardones, se consagró como el cantante más exitoso de todos los géneros. “He aprendido de las estrellas del rock y del pop que la música es música. No importa que sea clásica o pop. La música es siempre bella y fundamental para encontrarse bien”, señaló en una nota.

Su logro profesional, sin embargo, no le impidió a Luciano disfrutar de sus otras pasiones, como el fútbol, la pintura y los caballos, o desarrollar su vida personal. Tuvo un matrimonio de casi cuatro décadas con Adua Veroni, con quien trajo al mundo a tres de sus hijas, Lorenza, Cristina y Giuliana. El 13 de diciembre de 2003 y después de años de relación, se casó en segundas nupcias con la ex secretaria Nicoletta Mantovani, con quien tuvo a su cuarta descendiente, Alice.

Al poco tiempo, la salud de Pavarotti se complicó. El 7 de julio de 2006 fue operado de un cáncer de páncreas en un hospital de Nueva York. Le habían descubierto unos tumores malignos por lo que tuvo que suspender la denominada Gira del adiós. En ese momento, el cantante estaba padeciendo una neumonía que se agravó aún más después de la intervención quirúrgica. Su cuadro se volvió muy delicado. Finalmente, en la madrugada del 6 de septiembre de 2007, falleció en su casa de Módena a raíz de una insuficiencia renal. Tenía 71 años.

“Mi proximidad a la muerte me ha descubierto el valor de la vida”, había dicho Luciano en una oportunidad, haciendo referencia a la guerra que sufrió de chico, a la enfermedad que casi lo mata en su infancia pero de la que se recuperó milagrosamente y a un accidente aéreo del que resultó ileso allá por los años ‘70. Pero estaba claro que él le dio a la vida el valor que ésta tenía. Y que la disfrutó a pesar de los golpes.