Cómo será la próxima Cámara de Diputados: el terreno donde se librará la batalla de la gobernabilidad

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El Gobierno logró dejar sin quórum la sesión para rechazar el DNU 846

En la previa de la elección, Javier Milei fue categórico: “Un buen resultado sería el que me asegure un tercio en la Cámara de Diputados”. El Presidente no dejó margen para interpretaciones y blanqueó que su principal objetivo político es llegar a tener 86 diputados propios que le permitan sostener el veto de cualquier ley opositora que no respete los lineamientos de su plan económico. Una “pared de defensa”, según sus propias palabras, que también podría bloquear eventuales intentos de juicio político.

El resultado de esta elección no se medirá exclusivamente en términos de cantidad de bancas, ya que los libertarios ponen en juego apenas 8 de sus 37 escaños, por lo que incluso con una mala performance electoral aumentarán considerablemente su representación en el Congreso. La victoria o la derrota se medirá en términos de gobernabilidad para los próximos dos años.

El piso de gobernabilidad que necesita Milei es asegurar un tercio para frenar las iniciativas de la oposición. En segundo lugar, será determinante el tamaño de los bloques afines, como el PRO, y de potenciales aliados, como el espacio de los gobernadores bautizado Provincias Unidas.

Miguel Pichetto, Emilio Monzó y Florencio Randazo, de Encuentro Federal (ahora Provincias Unidas)

El Gobierno acumuló varias derrotas importantes en el Congreso durante el último año y, según su visión, fueron los detonantes de la inestabilidad económica. Por eso, no puede permitir que esa dinámica se sostenga durante 2026. Su respuesta hasta el momento fue sancionar -pero no aplicar- leyes como la emergencia en discapacidad, la emergencia pediátrica (Garrahan) y el financiamiento universitario. Esa táctica, además de inconstitucional, no es sostenible en el tiempo porque radicaliza a la oposición y además está expuesta a la intervención de la Justicia.

Para evitar nuevas derrotas, los libertarios necesitan ampliar su apoyo político. Es justamente lo que les pidió el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, en el marco de las negociaciones del swap por USD 20 mil millones.

Pero el juego de la polarización que puede favorecer a los libertarios en términos electorales también implica el riesgo perjudicarlos a largo plazo al reducir los bloques del centro con los que necesariamente tendrá que negociar.

Una buena performance a nivel nacional (35% o más), que incluya acortar distancia con el peronismo en provincia de Buenos Aires (perdió por 14 puntos en septiembre) y victorias en Córdoba, Santa Fe, CABA, Mendoza y Entre Ríos, podría dar como resultado una bancada violeta de cerca de 80 diputados propios que podrá llegar con relativa facilidad al tercio con ayuda del PRO y otros aliados.

Javier Milei en el cierre de campaña de LLA

Un resultado intermedio (entre 30% y 34%) le permitiría a los violetas llegar al tercio con ayuda de aliados y apoyo de gobernadores, pero el oficialismo enfrentaría problemas para consolidar una mayoría de 129 que le permita avanzar con proyectos propios, como las recientemente anunciadas reformas laboral y tributaria.

Por último, una mala elección, con derrotas en Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, que arrojen un resultado nacional inferior al 30%, complicaría el objetivo de llegar al tercio y generaría inestabilidad económica. En este escenario, Milei sufriría una dependencia casi total de los gobernadores, el único actor con poder de fuego para bloquear los avances de la oposición dura.

El bloque de Unión por la Patria pone en juego 46 de sus 98 bancas y los peronistas de Tucumán, que se habían acercado al Gobierno, pero luego se volvieron a alejar, arriesgan 2 de sus 3 lugares. En el mejor escenario el peronismo unido (Fuerza Patria) rondará los 100 escaños y en el peor podría bajar hasta alrededor de 85, por lo que casi con seguridad seguirá siendo la primera minoría. Esto es determinante a la hora de repartir los lugares en las comisiones donde se negocian los proyectos.

Germán Martínez, Cecilia Moreau, Paula Penacca y Carlos Heller, de Unión por la Patria

La elección de este domingo encierra varias incógnitas. Una de ellas será la potencia del nuevo espacio conformado por los gobernadores Martín Llaryora (Córdoba), Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Claudio Vidal (Santa Cruz), Carlos Sadir (Jujuy), Ignacio Torres (Chubut) y Gustavo Valdés (Corrientes), que competirá en 14 distritos.

El futuro bloque Provincias Unidas, que absorberá los restos de Encuentro Federal y tendrá referentes de alto perfil como Miguel Pichetto, Juan Schiaretti, Nicolás Massot y Martín Lousteau (no tiene su lugar garantizado), oscilará entre 20 y 30 diputados, ya que también aspira a atraer a otros legisladores que quedaron sin conducción como Pablo Juliano, cercano a Facundo Manes, o el larretista Álvaro González, que probablemente abandonará el bloque PRO.

Además, se ilusionan con la posibilidad de sumar masa crítica con los gobernadores que aún no se unieron al armado -como Santa, Misiones, Río Negro y San Juan- y con los radicales que responden a mandatarios aliados con la Casa Rosada.

Los gobernadores tuvieron un rol protagónico al inicio del gobierno de Milei para aprobar la Ley Bases, el Pacto Fiscal y sostener el mega DNU 70. Pero también mostraron los dientes con el financiamiento universitario, el Garrahan y la emergencia en Discapacidad. Dos semanas antes de las elecciones, volvieron a hacerle un guiño al Gobierno vaciando la sesión en la que se debatía la reforma del régimen de DNU y el Impuesto a los Combustibles Líquidos, un proyecto que ellos mismos impulsaron y luego sabotearon.

Sus reclamos son muy concretos y se relacionan principalmente con los recursos que necesitan para gestionar las provincias.

Esta actitud oscilante podrá ser capitalizada por el Gobierno siempre y cuando muestre una inclinación clara a negociar. Tendrá que superar la lógica del “todo o nada” y los calificativos como “nido de ratas” o “degenerados fiscales”. En este juego tendrán un impacto determinante los cambios en el Gabinete y el ascenso de figuras dispuestas a negociar.

En esa línea, algunas voces de la oposición dialoguista ya advirtieron que si el Gobierno adopta una estrategia puramente defensiva y solo se conforma con vetar las leyes de la oposición, inevitablemente terminará envuelto en una fuerte crisis política.

Javier Milei en el Congreso

Por otro lado, hay espacios -con un rol protagónico durante el último año- que corren riesgo de quedar reducidos a su mínima expresión. Es el caso de la UCR, que renueva 11 de sus 14 bancas; de la Coalición Cívica, que pone en juego 4 de 6; los radicales disidentes de Democracia para Siempre, que arriesgan 9 de 12 escaños; y los radicales “con peluca” de La Liga del Interior, que pone en disputa 3 de 6 bancas.

En una situación similar se encuentran los provinciales que aseguran que mantendrán su autonomía como Innovación Federal (Salta, Río Negro y Misiones), Movimiento Popular Neuquino, y Producción y Trabajo (San Juan). En conjunto renuevan 5 de sus 11 lugares.

Si estos espacios mantienen su independencia, conformarán un mosaico de bloques minoritarios donde el Gobierno potencialmente podría pescar votos en caso de necesidad.

Rodrigo de Loredo, jefe del bloque UCR

El Gobierno se topó con innumerables problemas en la recta final de la campaña, como la inestabilidad cambiaria, la renuncia de dos ministros y las denuncias contra José Luis Espert. Además, viene de conseguir resultados dispares en las elecciones provinciales, como la contundente victoria en CABA y la aún más contundente derrota en provincia de Buenos Aires. Estos elementos, sumados a las dudas sobre los efectos de la implementación de la Boleta Única de Papel en todo el territorio, hacen que sea virtualmente imposible pronosticar un resultado con algún grado de certeza.

Todo es incertidumbre y también generan muchas expectativas los anuncios sobre el nuevo Gabinete y el futuro del esquema cambiario, que ha sido el centro de todos los análisis económicos.

La nueva configuración del Congreso exigirá un ejercicio constante de negociación y búsqueda de consensos, incluso con aliados como el PRO, que ya adelantó que mantendrá una bloque separado. Frente a un escenario impredecible, la capacidad de diálogo será central para evitar bloqueos y avanzar en las reformas de “segunda generación” que prometió el presidente Milei.

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