Este último jueves, un operativo realizado por la Superintendencia Investigaciones contra el Narcotráfico de la Policía Federal con allanamientos en ocho puntos del AMBA terminó con cinco detenidos y la incautación de un par de pistolas, 138 balas, 18 celulares, un Mercedes Benz y 280 kilos de cocaína. La droga estaba envuelta con un sticker de la marca “KTM”, un logo desconocido en el mercado negro local. Todo, en el medio del shock por el triple femicidio de Florencio Varela, con las elecciones en el horizonte, con el narcotráfico como una mancha sobre la política.
Un supuesto nuevo capo peruano se encontraba entre los detenidos, acusado de ser la figura principal en esta historia, investigada por el Juzgado Federal de Villa Mercedes, San Luis, con el apoyo de la PROCUNAR, el área de la Procuración que investiga delitos narco a nivel nacional.
Este capo cayó en una casa de la calle Comandante Peredo junto a un argentino de 44 años, un hombre de Hurlingham que terminó preso junto a él. Había poco más de 64 kilos en el lugar. Los investigadores se creen que ambos sospechosos se encontraban en plena transa: el argentino era el presunto comprador. El peruano, su mayorista. Los interceptaron en plena entrega, a bordo de un Toyota Etios. En paralelo, la Federal allanaba otro punto en el barrio Trujui de Moreno. Allí, había un revolver cargado y otros 216 kilos listos para mover.
La identidad del principal acusado fue mantenida en estricta reserva por las autoridades, a la espera de su indagatoria. Infobae la descubrió, en base a fuentes del caso. Es peruano, efectivamente, un viejo guerrero del negocio de la droga, que volvió para jugar con las nuevas reglas del narcotráfico argentino.
“Y.” es su primer nombre. Tiene 52 años de edad, con un domicilio registrado en la zona de Brandsen. Años atrás, “Y.” ofrecía su experiencia como obrero textil en bolsas de trabajo online. Luego, estuvo preso: pasó cuatro años encerrado en el penal de Devoto, desde 2011 hasta 2015, acusado de tenencia para comercialización por el Tribunal Oral Federal N°2 de San Martín. Ahora, reapareció, tras volar bajo el radar durante años.
La Justicia cree que, dada la cantidad incautada, que “Y.” es un mayorista de droga, capaz de abrir el juego y venderle a otras bandas. Lo investiga un juzgado federal puntano, precisamente, porque la pista que llevó a la banda comenzó en San Luis.
Las sospechas, en este caso, comenzaron en 2021: se cree que la organización, integrada por al menos 19 personas, recibía cocaína desde el AMBA y luego la vendía en la ciudad puntana de Villa Mercedes. Para detectarlos, la PFA siguió la pista de los proveedores con escuchas telefónicas, y un rastreo de su sistema de mulas, que distribuían la cocaína entre distintos revendedores.
En 2023, una de estas mulas cayó con tres kilos de polvo en la terminal de micros de Liniers, cuando estaba a punto de realizar un viaje al interior del país. Durante la década pasada, el tráfico de droga hacia el sur del país fue controlado por traficantes dominicanos, con rutas de mulas que viajaban por avión hasta Tierra del Fuego, donde el precio de la cocaína se multiplicaba. Ahora, “Y.” aparece con fuerza en el nuevo mapa.
Viejos guerreros, nuevas reglas
“Hay un cambio de época, sin duda”, asegura un alto funcionario judicial que trabaja a diario con causas narco, en diálogo con Infobae, un cambio de época donde alguien como “Pequeño J”, un presunto gerente de dealers, sanguinario, pero pequeño en su escala, encaja a la perfección.
La era donde grandes jefes del narco como “Marcos” Estrada González -expulsado del país en 2022, el narco más poderoso de la historia de CABA- tomaban el control de una villa a sangre y polvo durante años para resistir a allanamientos, cárcel y condenas, parece haber terminado: una estructura de este tipo, con soldados, satélites y adictos que hacen fila, parece inviable de cara a los embates de la ley. Integrar todo el circuito narco en una operación -copar un territorio, importar droga, aterrorizar, amenazar y matar enemigos- en el fondo, solo suma años de cárcel: “Dumbo” Maylli Rivera recibió 32 años de prisión esta semana.
Ahora, se trata de estructuras más dinámicas, y de estos mayoristas de cocaína. “Y.” no es el único. La PROCUNAR todavía busca a José García Nazario, ex taxista, peruano también, vinculado a la avioneta cargada con 359 kilos de droga que aterrizó en Ibicuy, Entre Ríos, en enero de este año. García Nazario escapó al reciente allanamiento en su cueva de la calle Corrientes; sus cómplices cayeron en Congreso y General Rodríguez con otros 50 kilos más.
En paralelo, los hombres de la DFI de la Federal allanaron en Constitución y Saavedra a las casas de dos dealers de larga data, peruano uno de ellos, un hombre de 63 años. El otro, argentino, DNI número 12 millones. También, cayó quien sería el principal socio de “Y.”, un argentino: ex taxista también, tiene 66 años y está jubilado, con la correspondiente cobertura del PAMI. Una historia de veteranos del hampa, ciertamente.