La inspiradora historia de Corina Morariu: dos Grand Slams, número uno del mundo y una batalla ganada a la leucemia

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Morariu regresó al circuito en 2003, sumó seis títulos más en dobles y se retiró oficialmente en 2007 con 13 títulos WTA (Captura de pantalla de video de la USTA)

Corina Morariu representa una de las historias de fortaleza y superación más conmovedoras del tenis internacional. Número uno del mundo en dobles, campeona de dos Grand Slam y sobreviviente de leucemia a los 23 años, su legado va mucho más allá de los resultados deportivos.

Infancia, origen y ascenso al profesionalismo

Morariu nació el 26 de enero de 1978 en Detroit, Estados Unidos, en el seno de una familia de inmigrantes rumanos. Su padre, médico y exjugador de tenis, fue su primer entrenador y el principal impulso durante su formación. Desde pequeña, demostró una disciplina férrea y una pasión por el deporte que pronto la distinguirían entre sus pares.

Ingresó al circuito profesional en 1994, con solo 16 años. Aunque sus primeros pasos fueron en torneos menores, rápidamente comenzó a destacar por su potente drive y su anticipación en la red, cualidades que la convertirían en una especialista en la modalidad de dobles.

Éxitos en el circuito WTA: títulos y grandes hazañas

Corina Morariu se adueñó del número uno del ranking en el 2000. Ese mismo año, en Roma (AP)

Si bien logró una carrera respetable en individuales —alcanzando la posición 29 en el ranking mundial y celebrando un título WTA en Birmingham en 1998—, su nombre se consolidó en la elite como especialista en dobles. Junto a figuras como Lindsay Davenport y Monica Seles, Morariu formó parejas temidas y admiradas por su regularidad, química y mentalidad ganadora.

El punto culminante llegó en 1999, cuando con Davenport se consagró campeona de Wimbledon en la categoría de dobles femeninos. En aquella edición, el dúo derrotó en la final a Mariaan de Swardt y Elena Tatarkova. Esa victoria no solo le otorgó el codiciado trofeo, sino también un lugar de privilegio en la historia del torneo más prestigioso del tenis mundial.

Junto a Lindsay Davenport, ganó Wimbledon en 1999 y el Abierto de Australia en dobles mixto en 2001 con Ellis Ferreira (REUTERS/Thomas Peter)

Pero su cosecha de logros no se detuvo allí. Sumó un total de 13 títulos WTA en dobles y se adueñó del número uno del ranking en 2000, convirtiéndose en la mejor del mundo a los 22 años. Además, junto al sudafricano Ellis Ferreira, Morariu cosechó el título de dobles mixto en el Abierto de Australia 2001. Ese mismo año, en dobles femeninos, fue subcampeona con Davenport en Melbourne.

Durante esos años, Morariu se consolidó como una jugadora clave en la Copa Federación, representando a Estados Unidos en innumerables ocasiones y ayudando al equipo a superar instancias decisivas frente a las potencias europeas.

El inesperado golpe: el diagnóstico de leucemia

El año 2001 fue un punto de inflexión. En plena madurez deportiva y tras haber alcanzado lo más alto del ranking, la vida de Morariu dio un giro inesperado cuando los estudios médicos confirmaron que padecía leucemia mieloide aguda. La noticia, ampliamente cubierta por BBC Sport y The New York Times, conmocionó al mundo del tenis. De la noche a la mañana, Morariu debió abandonar la competencia y centrar sus energías en la supervivencia.

“Recibir ese diagnóstico fue devastador. El tenis había sido el centro de mi vida desde la infancia y, de repente, todo desapareció”, relató Morariu años más tarde en entrevista con WTA Insider. El tratamiento fue largo y, según ella misma admitió, los efectos secundarios de la quimioterapia resultaron tan desafiantes como el propio cáncer.

El diagnóstico de leucemia en 2001 la obligó a abandonar el tenis temporalmente y afrontar un largo tratamiento de quimioterapia (Wikimedia)

Sin embargo, el apoyo de su familia y de figuras del circuito, especialmente Lindsay Davenport, resultó fundamental para mantener el ánimo. “Mi amiga Lindsay venía a animarme, me enviaba cartas, me hizo sentir acompañada incluso en los momentos más difíciles”, contó Morariu.

Un regreso histórico y nuevos títulos

Tras más de dos años de tratamientos y recuperación, Morariu volvió al circuito profesional en 2003. Su retorno al tenis fue seguido de cerca por medios internacionales, que destacaron el coraje y la determinación que requería regresar a la alta competencia después de una enfermedad de esa magnitud.

Entre 2004 y 2006, sumó seis títulos más en dobles, tres de ellos junto a Davenport. En 2005, arribó nuevamente a la final del Abierto de Australia, confirmando que su nivel seguía vigente, aunque en aquella ocasión el trofeo quedó en manos de sus rivales.

La estadounidense aún conservaba el nivel de la élite, pero la experiencia de la enfermedad había dejado una huella imborrable. En 2007, Morariu decidió retirarse oficialmente del tenis profesional.

Morariu regresó al circuito en 2003, sumó seis títulos más en dobles y se retiró oficialmente en 2007 con 13 títulos WTA (Captura de pantalla de video de la USTA)

Cerró su carrera con una marca de 13 títulos WTA en dobles, un Grand Slam en Wimbledon, otro en el Abierto de Australia (dobles mixto) y la posición número uno del ranking mundial.

Más allá del tenis: embajadora, comunicadora y autora

La batalla contra la leucemia redefinió la vida de Morariu. Obligada a reinventarse fuera de las canchas, canalizó su experiencia personal en una nueva vocación: la de ayudar a otros. Se convirtió en embajadora internacional de la Leukemia & Lymphoma Society, desde donde colabora activamente en campañas de concienciación, investigación y recaudación de fondos para pacientes oncológicos. Morariu encontró, además, un espacio en los medios como comentarista especializada para Tennis Channel, donde su análisis es valorado tanto por su conocimiento como por su empatía con las historias humanas del deporte.

En 2009, publicó su libro Living Through the Racket: How I Survived Leukemia… and Rediscovered Myself, una memoria en la que relata el impacto del cáncer y la transformación personal que experimentó. “El cáncer fue el catalizador del resto de mi vida”, escribió. El proceso de reconstrucción emocional, según Morariu, fue incluso más exigente que el de recuperación física.

En entrevistas a ESPN y BBC Sport, Morariu compartió lo que fue perder, y volver a recuperar, el sentido de dirección: “Toda mi vida estuvo marcada por la rutina y los objetivos del tenis. Cuando me arrebatan eso, no sabes cómo dar sentido a lo que ocurre. Volver tomó tiempo, generosidad de los demás y mucha introspección”.

Hoy, su historia sigue inspirando a nuevas generaciones dentro y fuera del deporte. Su legado no solo reside en sus logros en la cancha, sino en haber encontrado una nueva misión en la vida: apoyar y alentar a quienes enfrentan la adversidad. Su mensaje queda claro: la verdadera victoria está en la capacidad de reinventarse y dar sentido al sufrimiento. Morariu es prueba de que la lucha más dura, muchas veces, se da fuera de la competencia y que, incluso cuando la vida golpea con dureza, siempre es posible volver, reconstruirse y ayudar a otros en el camino.